Francisco de la Torre


Nada sabemos de Francisco de la Torre (15? - 15?), cuyo libro encontró inédito Quevedo, listo para la imprenta "y en cinco partes borrado el nombre del autor, con tanto cuidado que se añadió humo a la tinta".

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Primeros versos



A la noche

¡Cuántas veces te me has engalanado,

clara y amiga noche! ¡Cuántas, llena

de oscuridad y espanto, la serena

mansedumbre del cielo me has turbado!

Estrellas hay que saben mi cuidado

y que se han regalado con mi pena;

que entre tanta beldad, la más ajena

de amor tiene su pecho enamorado.

Ellas saben amar y saben ellas

que he contado su mal llorando el mío,

envuelto en los dobleces de tu manto.

Tú, con mil ojos, noche, mis querellas

oye y esconde, pues mi amargo llanto

es fruto inútil que al amor envío.

Francisco de la Torre


Bella e la donna mia, se del bel crine...

Bella es mi ninfa, si los lazos de oro

al apacible viento desordena;

bella, si de sus ojos enajena

el altivo desdén que siempre lloro.

Bella, si con la luz que sola adoro

la tempestad del viento y mar serena;

bella, si a la dureza de mi pena

vuelve las gracias del celeste coro.

Bella si mansa, bella si terrible;

bella si cruda, bella esquiva y bella

si vuelve grave aquella luz del cielo,

cuya beldad humana y apacible

ni se puede saber lo que es sin vella

ni, vista, entenderá lo que es el suelo.

Francisco de la Torre. (es imitación del Tasso)


A la noche

¡Noche, que en tu amoroso y dulce olvido

escondes y entretienes los cuidados

del enemigo día y los pasados

trabajos recompensas al sentido!

Tú, que de mi dolor me has conducido

a contemplarte y contemplar mis hados

-enemigos ahora conjurados

contra un hombre del cielo perseguido-

así las claras lámparas del cielo

siempre te alumbren y tu amiga frente

de beleño y ciprés tengas ceñida,

que no vierta su luz en este suelo

el claro sol mientras me quejo ausente;

¡De mi pasión bien sabes tú y mi vida!

Francisco de la Torre


Al silencio de la noche.

Sigo, silencio, tu estrellado manto

de transparentes lumbres guarnecido,

enemiga del sol esclarecido,

ave nocturna de agorero canto.

El falso mago amor con el encanto

de palabras quebradas por olvido

convirtió mi razón y mi sentido;

mi cuerpo no, por deshacelle en llanto.

Tú, que sabes mi mal, y tú, que fuiste

la ocasión principal de mi tormento,

por quien fui venturoso y desdichado,

oye tú solo mi dolor, que al triste

a quien persigue cielo vïolento

no le está bien que sepa su cuidado.

Francisco de la Torre