Leer desde donde se escribió no define al lector ideal como el que mejor lee sino como el que lee desde una posición cercana a la composición misma. Nabokov lo señala con claridad: "El buen lector, el lector admirable no se identifica con los personajes del libro, sino con el lector que compuso el libro." Borges había planteado lo mismo en 1925, en "Profesión de fe literaria": El personaje que importa en la novela pedagógica El Criticón no es Critilo ni Adrenio, ni las comparsas alegóricas que lo ciñen: es el fraile Gracián, con sus genialidades de enano [...] Asimismo, nuestra cortesía le finge credulidades a Shakespeare, cuando éste infunde en cuentos añejos su palabreo magnífico, pero en quien creemos verdaderamente es en el dramatizador, no en las hijas de Lear."
    Quien lee desde este lugar sigue un rastro en el texto y, fiel a ese recorrido, considera las alternativas que la obra dejó de lado. ("Examen de la obra de Herbert Quain", de Borges, es el relato de esa aventura.) Más que leer como si el texto tuviera un sentido escondido, se tiende a interpretar en el sentido musical, a imaginar las variantes posibles y las modulaciones.
   
   

Ricardo Piglia
El último lector