Prólogo

                       

            Para intentar comprender esto del Ars Magna, hay que conocer y comprender quien era su creador. Esta obra, que fue hecha y desarrollada por Raimundo Lulio, le ocupó prácticamente toda su larga vida, y fue, a mi entender, un hombre que presentó una nueva vía de pensamiento en la escasa corriente intelectual medieval. Como dije, para comprender su obra, su Gran Arte,  hay que conocer cómo fue su vida y de que manera pensaba, ya que prácticamente todo lo que pensaba, lo escribía, dada la inmensa cantidad de libros que escribió (antes no era tan fácil escribir un libro, eso de usar la pluma y la tinta…).

 

            Raimundo Lulio, Ramón Llull, Raimondo Lullo, Raimundus Lullus,  Raymond Lulle, por muchos son conocidos estos nombres ya que muchos estudiosos de diferentes países se han interesado, atacado, defendido, pero sin duda ha despertado en muchos la necesidad de intervenir en un problema que sin duda es de un enorme interés científico, al menos si enfocamos el trabajo de Llull de una manera más ideológica y no tan práctica como pretendía su autor. Sin más preámbulos, vayamos a conocer a Ramón Llull.

 

En la isla de Palma de Mallorca, cerca de la ciudad de Palma, se encuentra el monte Randa, y no es una clase de geografía esto, sino que en esta desolada montaña fue donde Ramón Llull, teólogo y visionario, se retiró en 1274, en busca de renovación espiritual. Tras muchos días de ayuno y contemplación, Llull experimentó  una iluminación divina, en la cual Dios le reveló el Gran Arte con el que podría confundir a los infieles y establecer con certidumbre los dogmas de su fe. A mi pensar, tras muchos días de ayuno y contemplación hasta yo mismo habría visto a Dios y quien sabe a quien más.

Después de su iluminación, Llull se retiró a un monasterio, donde completó su famosa Ars Magna, el primero de unos cuarenta tratados dedicados al funcionamiento y aplicación de su extravagante método. Fue el suyo el primer intento de  la historia de la lógica formal que se valió de diagramas geométricos al objeto de descubrir verdades no matemáticas, y también la primera tentativa de utilizar un dispositivo mecánico (una especie de rudimentaria maquinaria lógica) para facilitar el manejo de sistemas lógicos.

Durante el resto de su quijotesca y extraordinaria  vida, y durante siglos después de su muerte, el Arte de Llull fue centro de una tormentosa polémica. La jerarquía franciscana (Llull pertenecía a una rama lega de esta Orden) trató su método con complacencia; los dominicos, por el contrario, la consideraron siempre obra de un demente. Francis Bacon, en uno de sus libros, llamado De Augmentis Scientiarum, escribió esto sobre su Arte:

 

“Y empero, no debo omitir mencionar que algunas personas, con mayor ostentación que sabiduría han elaborado un método, que no merece se lícitamente ser llamado método, por ser más bien método de impostura, el cual, no obstante, sería muy aceptable a ciertos espíritus mediocres. Es su objeto rociar en torno a sí gotitas de ciencia, de modo que cualquier pedante pueda así hacer ostentación de sabiduría. Tal fue el Arte de Lullius; tal la Tipocosmía, que otros han escudriñado; y ello, por no ser sino masa y amontonamiento de términos de todas las artes, con la finalidad de que aquéllos que adquieran familiaridad con los términos puedan  pensar que comprenden las artes propiamente dichas. Tales colecciones son como la tienda del trapero, que tiene restos de todo, pero nada de valor.”

 

Más tarde, Leibnitz, fascinado de joven por el método de Llull, a los 19 años escribía su Dissertio de arte combinatoria (Leipzig 1966), donde descubre en el trabajo de Llull el germen de un álgebra universal, gracias a la cual todo conocimiento, podría algún día quedar encuadrado en un único sistema deductivo. ¿No será el método luliano sino la obra fantástica de un chiflado con talento, pero tan baladí como los diseños geométricos de la brujería medieval? Antes de explicar y tratar de evaluar el abigarrado Arte luliano, convendrá, sin duda, esbozar sucintamente la extraordinaria y casi increíble carrera de su inventor.

 

El método Luliano

 

            En esencia, el método de Llull era como sigue. En cada rama del conocimiento, creía, hay un pequeño número de principios, o categorías simples y básicas, que es preciso admitir sin discusión. Agotando todas las posibles combinaciones se estas categorías podremos explorar todo el conocimiento que nuestras mentes finitas son capaces de comprender. Para construir tablas de posibles combinaciones recurrimos a la ayuda de diagramas y círculos rotatorios. Por ejemplo, podemos disponer en dos columnas sendas listas de categorías y agotar después todas la combinaciones, sin más que dibujar todas las líneas de conexión. O bien, podemos disponer en círculo un sistema de términos, trazar las líneas de enlace, y leyendo después en torno a la circunferencia, obtener rápidamente la tabla de variaciones binarias.

            Un tercer método, del cual Llull se sentía muy ufano, consistía en situar dos o más conjuntos de términos en círculos concéntricos. Haciendo girar el círculo interior obtenemos fácilmente una tabla de combinaciones. Una ilustración concreta de cómo se valía Llull de sus círculos es esta: La primera de sus siete “figuras” fundamentales es llamada A. La letra “A”, que representa a Dios, está situada en el centro de un círculo. Entorno a su circunferencia, y dentro de dieciséis compartimentos situamos ahora las dieciséis letras de B a R. Estas letras denotan dieciséis atributos divinos. Trazando líneas de enlace obtenemos 120 combinaciones de dos términos que pueden quedar pulcramente dispuestas según el triángulo que aquí vemos:

 

 

A     BC    BD    BE    BF    BG    BH    BI    BK    BL    BM    BN    BO    BP    BQ    BR

                 CD    CE    CF    CG    CH    CI     CK   CL    CM    CN    CO    CP    CQ    CR

                           DE    DF   DG     DH   DI    DK    DL   DM    DN    DO   DP    DQ    DR

                                    EF    EG     EH    EI    EK    EL    EM     EN    EO    EP    EQ    ER

                                             FG     FH    FI    FK     FL    FM     FN    FO    FP     FQ    FR

                                                       GH   GI    GK    GL   GM    GN    GO   GP     GQ   GR

                                                                HI    HK    HL   HM    HN    HO   HP     HQ   HR    

                                                                         IK     IL     IM     IN      IO    IP       IQ    IR

KL  KM    KN    KO   KP     KQ   KR                  

        LM    LN    LO    LP      LQ   LR

                  MN   MO   MP    MQ  MR

                           NO    NP     NQ   NR

                                     OP    OQ   OR

                                              PQ    PR

                                                       QR

 

 

 

 

Cada una de las combinaciones anteriores nos dice una nueva verdad acerca de Dios. Así, gracias a ellas aprendemos que Su Bondad es grande (BC), y también, que es eterna (BD), que Su grandeza es buena (CB) y análogamente Su eternidad (DB).

            En modo alguno agota lo expuesto el uso que Llull hacía de sus ruedas giratorias. Apenas si queda ciencia o materia que se libre de ser analizada por él según su método. Llegó incluso a producir un libro donde explicaba cómo podrían los predicadores valerse de su Arte para buscar nuevos temas para sus sermones; en el mismo libro se facilitaban al lector 100 sermones de muestra, ¡obtenidos mediante las ruedas giratorias¡ .La técnica es en todos los casos la misma: hallar los elementos básicos, combinarlos mecánicamente consigo mismos, o con los elementos de otras figuras. Docenas de sus libros tratan de aplicaciones del Arte. Muchos de los libros de Llull dedican considerable espacio a cuestiones planteadas por estos círculos y otros similares. En el libro llamado Liber de maoire fine et intellectus amoris et honoris, valiéndose de un círculo dividido en doce partes, y de otro dividido en cinco, que son aplicados a ocho categorías (piedra, llama, planta, animal, hombre, cielo, ángel, Dios) se consideran enigmas científicos tales como, ¿adonde se va la llama cuando se apaga el candil?, o ¿por qué la pesadumbre fortalece los ojos y las cebollas los debilitan?, en uno de sus libros, el Árbol de ciencia, se plantean ¡más de cuatro mil cuestiones como éstas¡

            El método alcanza su clímax con un variopinto artilugio de metal, la figura universalis , que tiene nada menos que catorce círculos concéntricos.

            No hay indicaciones de que Ramón Llull, el Doctor Iluminado, como más tarde sería conocido, llegase alguna vez a poner seriamente en duda que su Arte fuera realmente producto de iluminación divina.

            Su Arte es un arte investigativo e inventivo. Al combinar ideas de todos los modos posibles, las combinaciones nuevas conducen al pensamiento por nuevos canales, y nos vemos llevados a descubrir argumentos y verdades originales, o a nuevos inventos. Finalmente, el Arte posee una especie de fuerza deductiva.

            No obstante, Llull no consideraba su método como sustitutivo de la lógica formal de Aristóteles y de los escolásticos. Dominaba a fondo la lógica tradicional, y en sus escritos llega incluso a incluir los populares diagramas medievales de inferencia inmediata, y las diversas figuras y modos silogísticos. Es seguro que no pensaba que la mera yuxtaposición de términos proporcionase por sí sola una demostración por “razones necesarias” . Sí opinaba, por otra parte, que a través de la combinación mecánica de términos se podrían descubrir los elementos constructivos necesarios a partir de los cuales elaborar razonamientos válidos. Al igual que sus colegas escolásticos, estaba convencido de que cada rama del saber descansa sobre un número relativamente pequeño de principios evidentes por sí mismos, que formaban la estructura de todo el conocimiento, de modo análogo a como se formaban los teoremas geométricos a partir de axiomas básicos. Para Llull era natural suponer que agotando todas las combinaciones de tales principios se podrían explorar todas las posibles estructuras de la verdad, y obtener así conocimiento universal.

            Hay, como es obvio, un sentido en el cual el método de exploración luliano sí posee carácter deductivo formal. Si deseamos agotar todas las posibles combinaciones de conjuntos de términos dados, el método de Llull hará por nosotros el trabajo , y de modo irrefutable. Matemáticamente considerada, tal técnica es válida, pero incluso en su día era esencialmente trivial. La tabulación de combinaciones de términos era proceso con el que estaban familiarizados los matemáticos, remontándose, por lo menos, hasta los griegos, y sería verdaderamente sorprendente que a nadie, antes que a Llull se le hubiera ocurrido utilizar como instrumento para la creación de tales tablas algún dispositivo de círculos móviles. El error de Llull, en gran parte producto del sentir filosófico de su tiempo, consistió en suponer que su método combinatorio tenía aplicación útil en materias donde hoy vemos claramente que no podía tenerlas. Como es natural, al elegir sus categorías, Llull seleccionó las implícitas en los dogmas que él deseaba establecer. El resultado, como Chesterton pudiera haber dicho, fue que los círculos de Llull le condujeron muchas veces a demostraciones circulares. Evidentemente, otros escolásticos pecaron con frecuencia de petición de principio, pero es distinción específica de Llull haber fundado este tipo de razonamientos en una técnica tan artificiosa y mecánica, que virtualmente equivalía a una sátira del escolasticismo m una especie de hilarante caricatura de la argumentación medieval.

            Hemos mencionado ya que fue Leibnitz el primero en ver en el método de Llull una posibilidad de aplicación a la lógica formal. Por ejemplo, en su Dissertio de arte combinatoria, Leibnitz construye una tabla exhaustiva de todas las combinaciones de premisas y conclusiones del silogismo tradicional. Empero al igual que Llull, Leibnitz fue incapaz de ver cuan restringidas eran las aplicaciones de tal técnica, y su visión, la de reducir todo conocimiento a términos compuestos construidos a partir de elementos simples, que admitieran ser manipulados como si de símbolos matemáticos se tratase, es tan descabelladamente visionaria como lo fuera el sueño de Llull. Tan sólo en el más tenue y matizado sentido puede decirse que Leibnitz fuera precursor de la moderna lógica simbólica; en el caso de Llull tal prefiguración es tan remota que apenas si merece ser mentada.

            Hay en las ciencias raras ocasiones en que pudiera resultar útil una técnica luliana. El diagrama arbóreo es sin duda una muy conveniente forma de mostrar la evolución. La tabla periódica puede ser considerada como una tabla luliana que agota todas las combinaciones permisibles de ciertos principios primitivos, mediante la cual los químicos han sido capaces de predecir las propiedades de elementos antes incluso de que fueran descubiertos. La burda anticipación de Llull consistía en un círculo, donde se habían grabado los cuatro elementos tradicionales, que podía girar dentro de un anillo análogamente rotulado.

            Puede haber ocasiones en que a un investigador le sirvan de algo los círculos móviles. Es corriente que una situación experimental requiera ensayar todas las posibles combinaciones de un número finito de sustancias o técnicas. ¿Qué es la inventiva, en última instancia, sino el arte de crear combinaciones nuevas útiles de principios antiguos?

Evolución

            El siglo XVIII volvió a ser testigo de renovada oposición en Mallorca de las enseñanzas de Llull, y de la publicación de muchos libros y monografías españolas ora atacándolas, ora defendiéndolas. En el segundo volumen de sus Cartas eruditas y curiosas, Benito Feyjóo ridiculizó con tanto éxito el arte de Llull como para provocar una réplica en dos volúmenes, publicados en 1749-50 del monje cisterciense Antonio Raymundo Pasqual, profesor de filosofía  en la Universidad Lulliana de Mallorca; obra a la que siguió en 1.778 Vinciciae luliana, del mismo autor, una de las primeras y más importantes biografías en defensa de Llull.

            Los siglos XIX y XX han visto declinar gradualmente el interés por el Arte, y un correspondiente incremento de atención de la figura de Llull como místico y poeta. Una publicación dedicada a estudios lulianos, la Revista luliana, floreció en 1.901 a 1.905. Hay en nuestros días abundantes admiradores de Llull en Mallorca y en otros puntos de España, pero la práctica de su Arte ha desaparecido por completo.

            La iglesia ha aprobado la beatificación de Llull, pero parece poco verosímil que se llegue a canonizarlo. Hay tres razones principales que lo impiden. Mucho de cuanto hay en sus libros podría ser considerado herético. Su martirio parece haber sido provocado por una conducta tan irreflexiva y temeraria que adquiere ribetes de suicidio. Y finalmente, su insistencia en el origen divino de su Arte, junto con su obcecación en la indispensabilidad del Arte como instrumento de conversión de los infieles le presta a su personalidad carácter ciertamente fantástico, e incluso un toque de locura.

            El propio Llull tenía plena conciencia de lo mucho que de fantástica tenía su vida. En ocasiones alude a sí mismo como “Ramón el tonto”.

No debemos lamentar que finalmente se haya puesto punto final a la controversia sobre su Gran Arte, pues con ello el mundo puede admirar sin trabas a Llull como primero de los grandes poetas en lengua catalana, y como religioso quijote, único y singular en la historia de la España medieval.