Leandro Fernández de Moratín.


Leandro Fernández de Moratín (Madrid, 1760 - París, 1828), hijo de D. Nicolás, vehemente afrancesado, cantor de las glorias de Pepe Botella y de las matanzas del mariscal Suchet. Escribió bellos sonetos neoclásicos.

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Primeros versos



Rodrigo.

Cesa en la octava noche el ronco estruendo

de la sangrienta militar porfía;

el campo godo destrozado ardía

con llama que descubre estrago horrendo.

Rodrigo en tanto, su peligro viendo,

por ignorada senda se desvía

y, muerto Orelio, entre la sombra fría

herido y débil se acelera huyendo.

En vano el Lete con raudal undoso

el paso estorba al príncipe, a quien ciega

de cadena o suplicio el justo espanto.

Surca las aguas, cede al poderoso

ímpetu, expira el infeliz y entrega

el cuerpo al fondo, a la corriente el manto.

Leandro Fernández de Moratín.


A la memoria de Juan Meléndez Valdés.

Ninfas, la lira es esta que algún día

pulsó Batilo en la ribera undosa

del Tormes, cuya voz armonïosa

el curso de las ondas detenía.

Quede pendiente en esta selva fría

del lauro mismo que la cipria diosa

mil veces desnudó, cuando amorosa

la docta frente a su cantor ceñía.

Intacta y muda entre la pompa verde,

sólo en sus fibras resonando el viento,

el claro nombre de su dueño acuerde;

ya que la patria, en el común lamento,

feroz ignora la opinión que pierde

negando a sus cenizas monumento.

Leandro Fernández de Moratín.


Cuentas de Eliodora, saltatriz.

-Siete duros al mes de peluquero;

para calzarme, nueve; las criadas

-que necesito dos- no están pagadas

si no les doy cien reales en dinero.

Diez duros al bribón de mi casero;

telas, plumas, caireles, arracadas,

blondas, medias, hechuras y puntadas

de madama Burlet y del platero...

noventa duros, poco más. -Noventa,

diez, siete, nueve, cinco... ¡Y la comida!

-¿No la quiere pagar, y somos cuatro?

-¿Y esto en un mes? -Si a usted no le contenta...

-Sí, calla. Bien. ¡Hermosa de mi vida!...

¡Ay del que tiene amor en el teatro!

Leandro Fernández de Moratín.