Echándole una ojeada al cielo nocturno

Muchas estrellas están rodeadas de nubes de polvo en forma de discos, denominados discos de tipo Vega, la estrella más brillante de la constelación de la Lira y fácilmente observable en nuestro cielo. Los astrónomos consideran que estos discos de polvo dan lugar a sistemas planetarios como nuestro Sistema Solar. Un estudio reciente utilizando datos obtenidos con el satélite llamado Observatorio Espacial Infrarrojo (ISO), en el que han colaborado varios investigadores españoles, ha determinado que los discos de tipo Vega desaparecen tras unos 300 o 400 millones de años después del nacimiento de la estrella, posiblemente, dando lugar a un sistema planetario. De hecho, alrededor de una de las estrellas estudiadas, la cuarta estrella más brillante (Rho) de la constelación del Cangrejo, se han observado tanto un disco de tipo Vega como un planeta. Ni nuestro Sistema Solar ni la estrella Upsilon de Andrómeda, que al menos tiene tres planetas, contienen discos de polvo de tipo Vega.

Más allá de Neptuno, en nuestro Sistema Solar, se encuentra un aro de gas y polvo, el cinturón de Kuiper, por el que orbita Plutón y del que nacen la mayoría de los cometas de periodo corto, que cuando se acercan al Sol nos brindan el espectáculo de sus colas. El cinturón de Kuiper contiene entre 100 y 1000 veces menos polvo que un disco de tipo Vega típico y probablemente es lo que ha quedado, tras el nacimiento de los grandes planetas, del disco de tipo Vega que rodeó a nuestro Sol hace más de 4500 millones de años. La nube de cometas de periodo largo de Oort, que se encuentra más allá del cinturón de Kuiper, se cree que se formó antes que el cinturón de Kuiper a partir del material que fue expulsado durante el proceso de acreción de materia que dió lugar a la formación de los grandes planetas (Jupiter, Saturno, Urano y Nepturno).

Vega es muy fácil de observar en verano y, en nuestras latitudes, incluso en otoño. A media noche, mirando hacia el oeste encontraremos la Osa Mayor y al sudoeste de ésta, brilla espléndida una estrella blanca de primera magnitud, Vega, la segunda estrella más brillante del Hemisferio Norte, tras Sirio. Al sudeste de Vega encontramos la constelación del Cisne, que parece una cruz, y a Deneb, también blanca y de primera magnitud. Vega, Deneb y Altair, la estrella más brillante de la constelación del Águila situada más al sudeste, forman un triángulo inconfundible en el cielo de verano. Mirar ese puntito blanco y brillante, que parpadea ligeramente debido a nuestra atmósfera, imaginarse una enorme bola de gas caliente con una temperatura superficial de unos 11000 grados, rodeada de un enorme disco de polvo en el que pululan grandes trozos de rocas que, por acreción, en unos cientos de millones de años, darán lugar a planetas como los de nuestro Sistema Solar, es todo un placer que merece la pena.

Francisco R. Villatoro

Profesor de la Universidad de Málaga